miércoles, 4 de abril de 2012

Semana Santa y la Divina Comedia con el Búfalo.

Los días de la Semana Mayor los paso encerrado. No por ayuno o retiro espiritual, válgame San Ateo El Multiverso. Simplemente no soporto las multitudes en los balnearios y de las Pasiones - dicho con todo respeto-  la única que me gusta es la carnal. Me encabrona rememorar lo que le hicieron al primer gran jipi socialista de la historia.
Un Viernes Santo visité el río Santo Domingo con el Búfalo. Eran los años de gobierno de Ruiz Ferro. Realizaba el noticiero indígena del Canal !0 y el Búfalo Conde era el traductor. Muchos de los que ahora están leyendo este desmadrito conocieron personalmente al Búfalo. Maya tzeltal, nativo de Tenejapa. Chaparrito, delgado, cara de roca precolombina. Vestía con botas vaqueras puntigudas de Aladino, chalequito de piel, peinado de colita y sombrero negro tejano al puro estilo de Javier Solís. Extrovertido, controvertido. Monedita de oro, para nada. Labioso y caravanero, Pedro, el Búfalo, Conde decía que había vivido muchos años en los Estados Unidos, que tenía una esposa gringa, de Washington  y que su nagual eran los búfalos que pastaban en aquellas praderas. Aseguraba que además del tzeltal dominaba todos los demás dialectos mayas, el zoque, el español no se diga y mascaba el inglés y creó que me dijo que hasta japonés y ruso. Tremendo Piter the Buffalo Count. Simpático la mayor parte del tiempo, cuando nada ni nadie se atravesaba en su camino. Gran Casanova, Conde Dráculotatic, estrellita marinera de la tele. Por sus colmillos cincuentones pasaron muchas caseritas, mestizas, - le conocí varias - y también alegres extranjeras deslumbradas por el chamula look de la época del Zapato power.



El Viernes Santo que les platico empezó muy temprano en el Canal 10. Después de editar el noticiero indígena, el Búfalo Conde me mostró partes de la "Película", en video VHS, que felizmente estaba realizando. Porque en aquellos tiempos zapateros no existían puertas que se le cerraran al Búfalo. Consiguió que una institución universitaria le patrocinara el proyecto audiovisual con lana en efectivo, equipo de grabación, camarógrafo y un autobús de pasajeros para personal y actores que sacó de la manga. Empezó así El Caminante, o El Andariego - más o menos se llamaba la obra -una road movie entre John Huston, Juan Orol, Clavillazo  y los Hermanos Almada, con madrazos, serenatas y delicadas escenas de amor. Desde luego, el Búfalo era el galán de la película y se daba picoretes salivones con las muchachas de la historia. O karatazos a lo bruse le, con un par de villanos, que en la vida real eran sus compadres. Fue rodada en Tzimol y en un puterito famoso que estaba a la orilla de la carretera, pasando Tapilula. Búfalo Conde dirigía, escribía el guión, actuaba, supervisaba cámaras e iba por lo chescos. Un cuate le ayudó de camarógrafo y le pagó a otro cuaís para que medio le editaran el material.
Esa mañana estaba feliz el Búfalo por haberme presumido los fragmentos de su grabación - que, desafortunadamente, nunca fue concluida- y yo lo nombré, de manera solemne,  primer cineasta de la historia de Tenejapa. Al media día terminó nuestra guardia de edición y me propuso echar la paseada en la ribera de Santo Domingo, donde conocía a una meserita que nos iba a atender con dos buenas mojarras.
Agarramos un taxi que por 100 pesos nos llevó al balneario ribereño. Hicimos escala en el minisuper para comprar dos six y una pacha de brandi Don Pedo, cacahuates y cigarros,
Camino al río salió la charla de Las Pasiones en los pueblos de Chiapas. Colorida como pocas la de San Bartolomé de los Llanos. En mi infancia presencié la del ejido Santo Domingo en Unión Juárez. Recuerdo aquella ruquita en la Pasión comiteca de Nicalococ, regañando encabronada al centurión: "pinche cascudo ya deja de jimbarle a Jesusito, pégale mejor a la carota de tu madre".
 El chofer del taxi, que resultó coleto, nos contó que en la Pasión del barrio de Mexicanos de San Cristóbal, se representaba con un actor el suicidio de Judas en la horca. Hasta que un día fallaron los arneses y por poco se ahorca el tipo, de verdad. Al principio, los espectadores del evento creían que era parte de la actuación y ya querían aplaudir por lo natural que se veía la retorcida y los gritos desesperados del Iscariote "ya estaba morado y orinado cuando lo rescataron, pero se salvó, desde entonces mejor cuelgan  un judas de trapo o cartón" aseguró el amigo taxista.
Llegamos a la ribera de Santo Domingo, que reventaba hasta la madre de paseantes. Ni sus luces de la meserita con mojarras del Búfalo. Nos metimos en una palapa cuyas mesas estaban casi sobre el agua. Pedimos una carne asada - en esos puntos vale grillo la vigilia - y el propietario nos dio chance de consumir el traguito que sobró del viaje.

 Ya medios turuletes empezamos a platicar de espantos y de infiernos triple x. Sin ninguna intención de alburear el Búfalo Conde se arrancó con los Pukujs, duendes negros como carbón que cuidan las cuevas de su pueblo; y la historia de Malanbeques y Yalembeques que dejan la carne en el suelo - bajate cuero, subite cuero, rezan - para salir volando puro hueso sobre las casas de sus enemigos. Sacó a relucir las cabezas de los brujos que ruedan por las noches haciendo daño y no faltaron  las traviesas bolas de luces llamadas Poxlones, como fuegos pirotécnicos en la Fiesta de Enero chiapapinta.
Los caxlanes tenemos nuestras cosas - le dije muy serio al bankil Búfalo, sorbiendo una tapita de tequila que salió no sé de dónde -.Tenemos un infierno bien picudo. Hace mucho tiempo un escritor sufrió un infarto cerebral, quedó en coma, fundido, ya sabes, entre la vida y la muerte y aprovechó el viaje para echar una paseadita en el averno. Todo lo que vio lo anotó en un libro. En la entrada se encontró un cuate que le sirvió de guía de turista y de guardaespaldas, pues los chamucos guardianes son muy agresivos ya que en ellos reencarnan las almas de los  perjudiciales. El infierno le pareció al amigo viajero una enorme plaza de toros, del tamaño del Chichonal, nueve círculos malditos, de más a menos, como embudo.
 Hasta abajo están los traidores, los políticos gandules y los Papas pecadores. El Cachudo Mayor los tiene desatascando las cloacas nauseabundas del averno, y, para que más les duela, chingándose por menos del salario mínimo, hasta el juicio final. Los ricardos hambreadores no se encuentran lejos, el castigo de estos apretados es subir un costal lleno de centenarios a la punta de un cerro rocoso, puntiagudo y, cuando llegan hasta arriba, el diablo les da una patada en las nachas y los manda al fondo, para que  empiecen a subir de nuevo por los siglos de los siglos.
Pero, espérate Búfalo, a los machetes picalugas - como tú y yo conocemos muchos-, el coludo los envía a una zona galáctica gigantesca. Ahí te paran frente a una fila infinita de mel muts de todos calibres con el chulem bien temperado.Tú feliz, al empiezo, dándole a una y a otra, hasta que ya no puedes. Entonces los diablitos te inyectan algo en las chorchas y te reaniman la corneta. Y a darle y darle hasta que el pollo se te cae en pedazos y sufres lo indecible por lo que gozaste en vida. Te mueres de dolor y al rato te paras como si nada a repetir la rutina. Así, por 100 mil años.Cuando le agarras simpatía al diablo, éste te regala de consolación un televisor blanco y negro, pero sólo para que veas las telenovelas, la academia y los partidos de la selección nacional, con kilométricos cortes comerciales, forever and ever, amén.
"No sea usted lom bol, mi Davi, cómo se llama ese libro, préstemelo usted". Habló el Búfalo Conde, con los ojos cerrados, no sé si porque así se imaginaba mejor mi etílico relato o porque ya estaba bien chucho, o las dos cosas. El libro se llama La Divina Comedia y lo escribió un tal Dante, un canijo que escapó del Infierno por la Fe y por una buena mochada a los celadores. Medio lo leí en la secundaria y mucho menos lo entendí, por ahí lo tengo, si lo encuentro te lo regalo. Le prometí al amigo de Tenejapa mientras se estacionaban en la mesa otro par de kawasakis y unas habas doraditas con salsita. Pero nunca cumplí mi promesa. Unas semanas después de aquella tarde, el ajualil Buffalo agarró una buena chamba de traductor en los tribunales de asuntos indígenas y como siempre me pasa con cuates y conocidos,  le perdí la pista.

Ese Viernes Santo salimos de la palapa totalmente chocos. Evitando los bultos humanos, empanizados, que se movían sobre los playones del Santo Domingo." Camine bien, mi Lic, parece usted mamalito". Mamalito, tu abuelito my Bofalou Cauntd, lo que pasa es que la arena no está pareja..
Lo último que recuerdo, antes que se me borrara el caset, es al Búfalo Conde en la orilla del Grijalva, frente a la Isla de Manaos, saludando al sol poniente con unos pases mántricos de tai chí chamulo. Yo sumergido a media corriente, con todo y ropa, sin juicio, con mis anteojos y los tenis puestos, sin vergüenza, desentonando las coplitas gitanas de Serrat, mientras intento cruzar el río Grande a nado:" Y no eres tú mi cantar, no puedo cantar ni quiero a ese que subió al madero sino al que anduvo en la Mar.."

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