viernes, 9 de noviembre de 2012

El Nandón























































































































































































 
Hoy 9 de noviembre tengo que hablar del Nandón.  Enorme el barracazo, casi el metro noventa. Lo recuerdo delgado, muy moreno, sin llegar a negro, con ese tono de piel muy peculiar que se da en países como Pakistán, o la India. Yo conocí   a           
turbantudos de esos rumbos y eran igualitos en lo físico y en lo prieto a los famosos hermanos y hermanas Díaz Bullard.  Esbeltos, con enormes ojeras crónicas de ojo de culo de buey, pelo lacio, faciones finas y el Nandón con una nariz a la Depardiu, enorme como reata, que enloquecía a las mujeres.

El Nandón se ganó el respeto desde chamaco, a los 16 años, cuando arriba de su caballo lazó y jaló a un malandro pendenciero que estaba molestando a sus hermanas.  Arrastró al jodido como 50 metros por aquellas viejas calles empedradas de la estación de Huixtla y luego sopapeó a otro muco que se metió muy macho y que sacó la trompa fileteada de los chicotazos que le tundió el Nandón, sin bajarse de su montura.
Con eso se ganó la fama de macho entre los machos y el respeto de la mujerada, que por aquellas costas calientes les papaloteaba el ánimo por la mirada de algunos de los tremendos y apuestos hermanos Díaz Bullard. 16 tuvo la mamá, doña David, entre hijos e hijas, muchos de ellos se murieron jóvenes.
Y Fernando, el Nandón era considerado el más apulismado de la familia. A los doce le pegó la epidemia de tifo y acostado, en carreta, se lo llevaron a Tapachula para que se curara o se muriera cerca del panteón huacalero.
De joven, el Nandón  trabajó de bracero en los Estados Unidos y lo confundian con apache. Estuvo en Chicago y le tocó ver el sangrerío y los muertos de la infame matanza de San Valentín.
De por allá trajo un proyector de cine portátil y compró una pequeña planta de luz, de segunda mano, en un circo ambulante del Soconusco. Por toda la linea del ferrocarril iba el Nandón llevando películas  a pueblitos, en ese entonces, olvidados.
 El imperio de los Díaz Bullard embarneció con el Cine Figueroa. Llamado así por Rodulfo, el poeta de origen cintalapaneco. Además de la exhibición de las cintas de estreno, el Figueroa era teatro de revista y de comedia. Allí se presentaban compañías de actores como las de Esperanza Iris y Virgínea Fabregas. Estos artistas hacían escala en Tapachula, en sus giras por tren a Guatemala y Centroamérica. Eran funciones de lujo, con las estrellas del momento. Los hermanos Díaz Bullard arrasaban con coristas y actricitas de apoyo. Una de ellas, hermosa interprete de cuplés, que cantaba "El Clavelito", se huyó con el Nandón a un remontado rancho platanero, cerca de San Benito, hoy Puerto Madero. Ahí estuvieron encerrados, escondidos, cinco días. La cantaora se convertiría, muchísimo después, en una famosa cómica de carpas de abolengo y actriz de comedias del cine nacional.
Por aquellos días, Fernando el Nandón jugaba al polo con los juniors de inmigrantes alemanes e ingleses y con los militares asentados cerca de la frontera del Suchiate,Vestía de blanco y traía un caballo retinto que se llamaba el Gitano. Comúnmente andaba de guayabera de manga larga. Era una pieza  muy preciada por el viejerío de aquellos rumbos tropicales. Además era inténsamente simpático, amiguero, bailador nato y locuaz. Pero cayó al fin con una de Chiapa de Corzo, las más linda de su tiempo y de su pueblo,  la única que hasta hoy  ha sido electa por unanimidad María de Angulo, dos veces, y de manera consecutiva. Alicia, la de la belleza legendaria. Ya mayor, doña Lichita era muy confundida por la gente con la actriz argentina Libertad Lamarque y la paraban en la calle y los aereopuertos para pedirle autógrafos.
Alicia y el Nandón vivieron juntos hasta la muerte. De sus tres hijos ninguno heredó la galanura del padre ni los rasgos angelicales de la madre. Sólo el mayor salió bueno para el baile, la hija sacó la nariz enorme del Nandón  y el mas chico recibe hasta la fecha este tipo de reproches de los mayores: "Tan chula que era doña Alicia, y don Fernando tan galán, de dónde salió tan de plano simple este barraco.
La debacle de la poderosa familia Díaz Bullard empezó en los sesentas. Tenían dos grandes cine: el Figueroa y el Tapachula, luego levantaron el Avenida, que se inauguró con unas obras de Luis G. Basurto. Por ese entonces se murió en un accidente Antonio, el mayor de ellos, el líder y visionario, el que mantenía unida a la familia.  Empezaron a tropezar en el negocio y cometieron el error de construir un cuarto cine, enorme, El Tacana, que los metió en la deuda que los llevo a la ruina.
La empresa la compró un cuñado, todos los hermanos acabaron del chongo.
Yo conocí a Antonio, el empresario. Al doctor Alfonso, el Pelón Díaz Bullard, quien fuera médico de la ANDA, carnal del Indio Fernández y autor del bestseler de Editorial Novaro: La Choca, entre otros relatos y guiones para cine. También conocía a Eduardo, el Guayo, el mas chaparrito, pero el más valiente, atravesado, aventurero y terrible. Cada vez que veo al actor Joe Pesci, me acuerdo del Guayo. Y de sus hermanas conviví con Ana María, Teresa y Palmira, guapas, enormes, locuaces, eran las chispas de todo tipo de fiestas y reuniones.
El Nandon vivió sus últimos años en Chiapa de Corzo, administrando el cine que fundó con su cuñado Mario y con Gilberto, el marido de la hermana de Alicia.
Cuando  yo era chico el Nandón me daba miedo, era imponente, colérico y no me pelaba porque no le gustaban los chamacos. Ya en la juventud se convirtió en mi gran amigo y nos tocó vivir muchas aventuras que platicaré algún día. El me enseñó que en la amistad lo que menos importa es el dinero, que a los ricos y a los pobres hay que tratarlos por igual, con el mismo respeto. También que hay que cuidarse de los Bancos y que la mayoría de la clase política son mil veces peores que Ali Baba y los 40 ladrones. Y que las mujeres son más fuertes e inteligentes que los hombres, pero que el talón de Aquiles de las damas es el amor, eso las pone pendejas, vulnerables y las pierde. Excepto por eso, ellas son la columna vertebral de la familia.



De sus últimos días no hablaré porque quiero recordarlo de la mejor manera, entero, poderoso, con ese caparazón de fuerza que jamás nubló la nobleza  que se le salía en la mirada., Así se le puede ver en su foto de bodas, al lado de la hermosa Alicia. Por eso, este 9 de noviembre, fecha de su cumpleaños, le regalo estas palabras como algo de lo mucho que no le pude dar cuando estuvo vivo. A la memoria pues del Nandón, Fernando Díaz Bullard, mi padre.




jueves, 1 de noviembre de 2012

La Caneca ni Flaca ni Seca ni Come Manteca



Mucho cuidado señores

por que la muerte anda lista

en el Panteón de Chiapita

ya nos tiene una fosita.

Para los compositores

literatos y

turistas

doctores y productores

todos están en la lista..




Es la celebración más grande de México, más que la navidad y las fiestas patrias juntas, la mera fiesta del pueblo, la más representativa del alma mexicana. La del reencuentro y el adiós, la de la reafirmación de nuestra identidad como pueblo creyente de los misterios infinitos del Universo. Esos que nos entroncan con lo auténtico del no temor a la trascendencia.



He pasado muchos Todos Santos capturando en imágenes y testimonios la visita espiritual de los fieles difuntos. Hoy no escribiré sobre esto. Les voy a presentar algunos del montón de momentos gráficos que he vivido en los panteones y pueblos celebrantes de Chiapas, por que esos días más que de morir son de vivir y  compartir.





A nadie le gusta los panteones, más cuando se lleva de carga a un ser querido, a mi me ha tocado enterrar a tres y conozco esos durísimos desgarres. Pero en la celebración de noviembre es bonito imaginarse que regresan las almas de nuestros muertos para compartir un momento con nosotros. Por eso les quemamos cohetes de bienvenida a las doce del día y los velamos jugando la baraja y domino, con tamaliza, resos y café con piquete y traguitos del fuerte, a los que se marcharon en el año.

 


He estado a las cuatro de la mañana en el panteón de Chiapa, cuando no había lámparas de iluminación en los pasillos. Todo estaba en la penumbra de las miles de velas sembradas por los visitantes, así lo vivî también en Acala y en Copainalá, una alfombra de estrellas amarillas que competían en fulgor con las del cielo del amanecer.

Oyendo la marimba que toca en la oscuridad y los tríos y el trovador solitario con su violín en Ocotepec.





En la celebración de noviembre gana el mero pueblo. Le meten unos pesos al bolsillo los que siembran la flores de nulibé, de flor de seda, los que cortan la nangaña, los chamulos que venden la flor fina, los albañiles y pintores que arreglan y embellecen las sepulturas, los chamaquitos que después de la escuela pintan las letras de los epitafios; los que acarrean el agua para los jarrones y las marchantas que venden la calabaza y la panela para el dulce de calabacita tía. La economía mexicana gana de abajo para arriba Un mercado muy nuestro que ya quisieran muchos mall o shopings y que nos han querido robar con costumbres ñoñas y extranjeras.






Que rico se desayuna arroz con leche y tamal entre muchas otras viandas en los panteones de noviembre.

Ayer vi como le llevaban sus flores y Puros Chacuacos a la sepultura del poderoso señor Enrique Verdi . Pintê de colores pastel la tumba de don Fernando mi padre y le encargué a mi hijo Julián que cuando yo muera me toquen a medio velorio la rola My Father Was a Rolling Stone de los Temptations a todo volumen. Le voy a entregar un documento firmado con esta petición para que no tenga pedos con mi demás familia o los presentes, por complacerme.









Asi es mis queridos lectores y amigos, nacemos con la muerte adentro y siempre la llevamos con nosotros.  Cada día que pasa estamos más cerca de ella, quietecita esperando la dientona, tarde o temprano, para llevarnos al otro lado del puente.

Por eso me remputa el jalowin y esas maestras y escuelas privadas que lo promueven. No se diga el comercio trasnacional de ropaje de brujas y espantajos de cine, pero hasta hoy aquí se la pelan . De nosotros depende que sobreviva nuestra fiesta de los altares y de la memoria . Sôlo me da flato a las doce del día 2 cuando quemamos los cohetes de la despedida y les decimos hasta siempre a los que viven en el baul de los recuerdos .


Tucu tucu

tiqui taca

que recanija calaca

cuando menos lo pensamos

nos hace estirar la pata.

Yo me le escapé una vez

pero por poco y me atrapa.