viernes, 27 de abril de 2012

Si sos Pato no Vayás a Tuxtla Chico.

Muy bonitos, colgados de las patas, vivarachos. Les puse nombres. A los que me caen mal los llamé Hugo, Paco y Luis. Veo a mi Donal de la infancia, a la casquivana de la Margarita y al globalofílico del Tío Rico. También están los que me caen bien: Lucas, el Conde Pátula, el Pato Chicano, Pascual y  mi carnal el Pato Vera, que en aquel entonces acababa de conocer. Todos bien lavaditos, muy limpios, amarrados a una reata que atraviesa la calle. A lo lejos viene a todo galope un caballo. El jinete de sombrero y ropa dominguera se acerca al mecate de plumíferos con la mano levantada y la mirada aguda. A toda velocidad, de un tirón, jala la cabeza de Rico Xlim Pato, que para su suerte, muere rápido, desnucado. Atrás ya se ve venir a rajamadre a otro encaballado y faltan como 30. Acaba de empezar la tradicional Jalada de Patos en Tuxtla Chico.

Tuxtla Chico es el corazón del Soconusco. Casi en la linea divisoria de México y Guatemala. Tierra brava. Hace 70 años era famosa pues por ahí entraban, salían y se escondían todo tipo de comerciantes ilegales, cuando el crimen más que organizado era romántico. Fue suelo de grandes ceibas, monte oscuro que sólo conocía del cacao y del agua en abundancia.De ese ambiente se inspiró La Choca, la novela de mi tío Alfonso Díaz Bullard, que después el legendario Indio Fernández llevó al cine con la hermosa tabasqueña Pilar Pellicer. Película que toda la perrada recuerda no por su mensaje  sino por el desnudo de la Meche Carreño chapoteando en el río.
 Tuxtla Chico está sembrada sobre el sitio arqueológico de Izapa, en donde aseguran que los olmecas se convirtieron en los mayas. Antes, todas las piedronas que encontrabas en medio de la vegetación tenían labrados prehispánicos. Hay estelas con pasajes del Popol Vuh, dicen. También los mormones creen que en una de ellas está grabado el origen de su pueblo. Neta. En mi infancia de chamaco huacalero, Tuxtla Chico tenía fama de que te mataban de a grapa, que una fiesta no era buena sino amanecía un su macheteado. Pero era más la fama que otra cosa. A mi este lugar siempre me pareció el más hermoso de la zona. El último bastión de la cultura popular del Soconusco. Con un clima fresco, de árboles enormes, a sólo 10 minutos de la infernal Tapachula.  Las escuelas y las carreteras acabaron con sus ventoleras de violencia y me consta que su gente es de las más generosas y hospitalarias que he encontrado en el camino. Además produce el mejor chocolate casero de México. Lo único intenso y denso que se ve hoy en Tuxtla Chico es la Jalada de Patos.

Nadie sabe con certeza el origen de esta tradición. A finales de abril el pueblo festeja a uno de sus Santos Patronos, San Pedro Mártir. La imagen que se encuentra en la iglesia principal es como cualquier otra del santoral católico, con la diferencia que tiene un machete atravesado en lo alto de la cabeza y que baja hacia las orejas . El maestro Armando Parra Lau dice que se desconoce su procedencia. La estructura del festejo incluye la Cofradía de las banderas, dos bandos de jinetes - los Correlones - los Negritos, un Chamán y música de tambor y chirimía. Las estrellas son los caballos y los desafortunados patos.

La fiesta fuerte empieza el 27 de abril con rezos, limpias y procesiones que duran hasta la madrugada. El 28 aparecen los Correlones.  Vienen montados en sus caballos: animales mestizos de los que se usan para los oficios rancheros. Las bestias briosas y obedientes lucen adornadas con moños, bien bañadas, perfumadas, con sillas impecables. Los caballeros estrenan ropa, sombrero y han observado varios ayunos en el que se incluye lo sexual. La noche anterior fueron rameados por el chamán para que no se caigan del caballo o para que el madrazo no les duela tanto. La pista de carreras es la calle Ocampo, en pleno centro del poblado, la única que subsiste empedrada. En el extremo de esa vía, casi al final, los capitanes de los Correlones atraviesan un lazo, del techo de una una casa a otra, a un metro más arriba de la mano levantada de un jinete sobre su montura. Ahi amarran a los patos con el pico para abajo.

La calle Ocampo está patrullada por los Negritos, niños y jóvenes en su mayoría, de rostros pintados con carbón; paliacates rojos al cuello, sombreros y vestidos de blanco. Ellos cuidan que las personas no se atraviesen al galope de los caballos.  Han ocurrido descalabros, chamacos embestidos y cuadrúpedos lastimados, por totorecos y viejitas que se cruzan con los Correlones a rajatabla.
Antes del sacrificio, los Correlones realizan un recorrido complicado conocido como el Caracol, con giros, vueltas y cruzamientos en los puntos donde se ubican las banderas de los dos grupos de jinetes: la Roja y la Amarilla. Un par de horas después, como a las 10 de la mañana empieza la Jalada de Patos.

Así lo relaté en la revista México Desconocido de abril de 1993:

"Es la fiesta en honor a San Pedro Mártir pero podría ser una ceremonia llevada a cabo en el amanecer del mundo cuando se inició la práctica de fertilizar el cosmos con sacrificios.
 Al igual que los vientos de la tempestad, los jinetes a gran velocidad desnucan y arrancan las cabezas de los animales colgados de la bóveda celeste. Truenan los cascos, los pescuezos y las exclamaciones como los rayos de la tormenta, y las gotas de sangre convertidas en lluvia se fermentan en el negro suelo. Aquí - en el Soconusco - el agua no se pide, se venera, pues estamos en el centro del reino de la fecundidad".

A casi 20 años de distancia me apena entrar en los detalles, mejor me los ahorro y les dejo un par de fotos a cambio. Mientras más viejo más sensible. La verdad.
Al final, todos los patos del disnei yacen paletas. Donal es el único decapitado. Sin embargo hay desplumados sobrevivientes. Pero no les va durar el gusto. Por la tarde vivos y muertos se convertirán en tamales que serán repartidos entre las familias de los participantes.

Cuando apareció mi relato completo en México Desconocido - con plumas volando, caballos encabritados y las manos rasgadas de los verdugos - no tardaron los reclamos de las asociaciones protectoras de animales. Acepté y reflexioné las enjabonadas al respecto. Lo que sí me turbó fue una sobrinita universitaria que estaba jode que jode con el argumento que los costumbreros de Tuxtla Chico eran unos indios salvajes y yo también por hacerles coro. Entonces le sugerí que si le gustaban mucho los tacos de carnitas se diera una vuelta al matadero para que escuchara como chillan los cochis cuando los  sacrifican. Y de que realeza presumían todos los encopetados de la familia de su mamí, que no faltaban a las corridas de toros en San Cristóbal y a las peleas de gallos de la Chacona. Y que su papacito, mi primo, pagaba un billetón para ir a matar borregos cimarrones al Norte, nada más para exhibir sus cachudas cabezas en su chalet de Cancún. Hipócritas que somos. Yo crecí prácticamente en el campo, familiarizado con el sacrificio de animales de rancho para el consumo humano. Estoy en desacuerdo con el maltrato inecesario a los animales, me purga la cacería y la matanza de ballenas y hasta permiso les pido al alma de las cucarachas antes de aplastarlas.
No quiero justificar nada pero en el Día de Acción de Gracias o en nuestra Navidad matan miles de guajolotes, pavos o chompipes -  aves muy simpáticas, pero más sabrosas - sin el ceremonial y festejo de los patos de Tuxtla Chico, que al final se convierten en tamales -también riquísimos. Así es la vida mis Ledas y Ledos y yo platico esta historia porque hay cosas que son y mañana tal vez no serán, porque ya todo se pierde o se disuelve en el calentamiento global de la modernidad.

En memoria de mi primo hermano Manuel Rosas y para Raúl el único plumífero conejo que conozco.

sábado, 14 de abril de 2012

Las Fábulas del Chichonal


4 de abril de 1982
No que muy salsa, muy machito, te sentías Robert Capa pero no llegas ni a fotógrafo de caballito, qué, te asustó el volcán, ¿estuvieron duros los reatazos? creías que era como verlo en el cine, en tu butaca, comiendo palomitas. Es el verdadero Dios encabronado, una pizquita de la fuerza bestial del Universo, pero la guerra no se hizo pa la divas. La Naturaleza te habló en Voz Alta y te convirtió en gallina.
Deja de joder a tu hijo, Nando.  Este muchacho no nos tiene la menor consideración. Espérate ingrato a que yo me muera para que hagas lo que se te pegue tu regalada gana.  Como madre te digo que el que ama el peligro en el perece. Tienes a tu mujer y a tu hijo tierno. Pobre Teresita, vas a sufrir mucho con este cabrón, dile a la Topoyiya que cuando acabe de barrer la ceniza del techo vaya a cortar albahaca a la casa de doña Eustolia, para que le demos su rameada a tu marido.

29 de marzo de 1982
Ring, Ring. ¿México Desconocido?, con la señora Guillermina Meaney, llamo de Chiapas. Doña Gullermina, habla David, su colaborador esporádico. Cómo ve que le cubra algo del Chichonal. Nos queda más o menos como a siete horas de Tuxtla.¿Qué, ustedes no se hacen responsables si algo nos ocurre?, no se preocupe ya pasó la erupción y en un par de días todo va a volver a la normalidad. ¿Tampoco nos van a pagar gastos? sí, ya sabemos la política de la empresa. ¿ Qué, no es seguro que lo publiquen, porque a lo mejor mandan a otra gente? bueno, ahí se lo llevo, tal vez algo le sirva.

Ring, Ring. ¿Qué pasó mi Químico, mucha chamba en el laboratorio? Ya hablé a México, a la revista y están muy interesados, seguro te van a dar portada. ¿Vas a poder ir? Está nuevo tu carrito, sí, no te preocupes, llegamos bien, hasta donde podamos entrar y de ahí seguimos con los de rescate, los guachos o la cruz roja, ahí vemos. El volcán ya hizo erupción y por allá siempre llueve, con el cielo limpio vamos a poder fotografiar la fumarola desde lejos, cuando menos.   ¿Vas a comprar unos filtros de aire para tu motor y unas mascarillas como las de los fumigadores? Sale. Entonces partimos el viernes al mediodía para regresar sábado o domingo temprano. Vientos, nos vemos.

En Chiapa de Corzo eran las doce del día, pero has de cuenta que eran casi las siete de la noche. La Oscuridad no solo estaba arriba, te amortajaba. Intrusa, espesa , estacionada en las habitaciones, en  la intimidad de las recámaras, sobre el agua y la comida. En todo había ceniza, finita casi niebla. Llegó como una nube compacta, como corpórea, al ras del suelo, arrastrándose por las cañadas, enrolladose en los arboles, sobre los postes, chupando la luz de los focos.

 2 de abril de 1982
Camino a Pichucalco el panorama era de un blanco chorreado, sucio.  Nunca antes lo había visto pero parecía un paisaje nevado, de tarjeta navideña en blanco y negro. Ixtapa, Soyaló, Bochil eran unos pambazos. Las personas trepadas en tejados y azoteas barrían la ceniza. Con paliacates cubriendo la  nariz y la boca. Viejitas enrebozadas como musulmanas, que nada más se les veían los ojos, caminaban rezando o maldiciendo. Todos estábamos prematuramente encanecidos, con polvo hasta en las cejas y pestañas. A la altura de Jitotol - cerca de los 2 mil metros snm -  el cielo estaba claro, azul, como si nada hubiera ocurrido, Carretera abajo, sobre un océano ceniciento  resaltaba  la nube volcánica, como atómica, cilíndrica, titánica que llegaba hasta la estratosfera. Y no nos paramos a tomar fotos porque dijimos "no te preocupes, sigamos,  mañana vamos a tener tomas mejores".


Semana Santa en Chiapa de Corzo, bajo la ceniza.
La Selva Negra era ceniza. Rayón , Tapilula, Solosuchiapa parecían deshabitados. El suelo no sólo estaba cubierto de polvo, había caído un aguacero apocalíptico de agua caliente, arena,  grava. Y piedras del tamaño de una mano. Los techos de muchas casas humildes por los suelos. Los cafetales como cadáveres desmembrados y los platanares  y los arboles de cacao acribillados. Un enorme cerdo deambulaba perdido a media carretera. Los arroyos eran de lodo y con mucha corriente a pesar de ser época de seca. En la gasolinera de Tapilula, los chalanes de las bombas nos veían como diciendo ¿ a dónde van estos pendejos ? Los pocos vehículos que encontramos, todos iban en sentido contrario. Nos empezó a invadir la seriedad del asunto, el tamaño del desastre. Chingao, ni una pachita para darle valor al cuerpo. Por salir de casa muy profesionales se me olvidó el santo líquido, y en esta desolación  ¿ a dónde? En la soledad de Ixtacomitán miré a un viejo sin camisa que levantaba una Biblia en la mano. Algo nos gritaba, gesticulante. Puta madre, en qué nos estamos metiendo, pensé.
Buscaba las galletas que me iba a cenar con un chesco al tiempo. No terminábamos de  bajar los pocas cosas que traíamos en el carro, cuando el Químico me dijo. "Hey, ya viste para allá". Eran como las siete de la noche y estaba totalmente oscuro, pero parecía que el sol iba a salir por el poniente. Una gran quemazón, pensamos. Entonces se movió la tierra, una sola sacudida pero violenta, de esas que te mueven el tapete. Sobre el resplandor que coronaba las montañas empezaron a bailar los rayos. Y otro jalón, seguido por un temblorcito leve pero incesante. Mamachita, no mames. El Chichonal estaba entrando en labor de parto y de qué manera.


Foto del diario Uno más Uno publicada en MD.
 El cielo estaba color escarlata y empezó a llegar el murmullo de un rugido indescriptible. Anonadado, petrificado, asistía al máximo sermón de La Naturaleza.

  Alguien muy arriba - llámese Chac, Thor o Zeus - tiraba martillazos que hacían parpadear a la gigantesca fumarola, que escalaba, interminable, al infinto. Volaban chispas estelares.

 Los Mega Rayos salían por racimos,  en manojo, enmarañados y kilométricos. Se enroscaban como venas luminosas, intermitentes, en los brazos rojizos, humeantes, de la exhalación volcánica. Subían, relampagueantes, saltando a la estratosfera o danzaban dando larguísimos giros sobre el lomo de los cerros. Qué espectáculo y yo paralizado.
Cerca de nosotros, entre las sombras, pasaban  los seres humanos. Algunos alumbrándose con lámparas de mano, la mayoría en la oscuridad de la noche y la ceniza. Además de sus mecapales cargaban cajas, costales semivacíos, niños pequeños. Con ese pasito rápido que llevan los indios cuando van de prisa. Murmuraban y lloraban cosas en zoque. Las luces de los automóviles que escapaban como alma que raja el diablo nos aclaró que estábamos en medio del éxodo.

Y la Tierra se seguía sacudiendo, con más enjundia y los rayos bailaban más frenéticos. Y no podía cerrar la boca, la carraca engarrotada me llegaba hasta el pecho. El Químico, más entero, me decía cosas que no entendía, porque me estaban invadiendo de un tirón todos los pálpitos del Coronel Zepeda. Empezó a caer un aguacero de arena y granizo de vil piedra. Cuando escuché ploc, plum, trac, rocas cayendo cerca. Reaccioné y dije cacaraqueando "Sabes que primo, sino salimos ahora, aquí se queda tu carro". Así que sin hacer un disparo o tomar una nota, un registro, agarramos todas las cosas que ya habíamos bajado del auto y las metimos echas bolas en la cajuela,. Y en la oscuridad buscaba la grabadora, la navajita suiza que acababa de comprar, unas revistas. Lo que no encontré en ese momento fueron mis coyoles, que ya iban adelante, corriendo como Speedy González, rumbo a Tabasco.
Nos trepamos al carro bajo el azote de la granizada caliente. Las plumas del parabrisas limpiaban capas de arena interminables. Los desafortunados caminantes suplicaban con señas y gestos que de alguna manera los lleváramos. El pánico nos ordenaba: Ni madres, no se paren, échenles el carro encima. Así de culeros nos vimos. Pero, a dónde los metíamos, si era un modelo compacto y ellos eran familias enteras- me justifico ahora.

En Pichucalco la gente rezaba hincada en las puertas de sus casas. Los que tenían carros escapaban. La tremenda lluvia de material empezaba a sepultar la carretera a Villahermosa. Pasando el puente de el rancho El Azufre se calmó la tormenta. Regresó el silencio, ya no miré atrás, para nada, sentí vergüenza.
Esa noche dormimos en la capital de Tabasco, en la casa de unos parientes del Químico. Al día siguiente nos enteramos que nuestras familias nos estaban buscando como locos. No pudimos regresar a Chiapa de Corzo por Pichucalco, porque el material volcánico había sepultado tramos de la carretera. Tuvimos que dar la vuelta hasta el Istmo de Tehuantepec para llegar a casa.
La erupción de la noche del 2 de abril fue la más potente de todas. El Chichonal emitió nubes de flujo piroclástico que barrió con los ecosistemas aledaños. Una de estas avalanchas, de gases y sólidos ardientes, que se desplazan a gran velocidad,  acabó con la cabecera municipal de Francisco León. La borró del mapa. No pocos quedaron sepultados, calcinados.

Finalmente, la revista publicó esta experiencia -muy maquillada - en un reportaje que apareció en el número 70 de septiembre del 82. Se reforzó con un artículo de Harry Moller y conseguimos fotos aéreas del volcán, logradas y cedidas por periódicos nacionales. Hasta donde sé, el único que captó en imágenes la erupción de la noche del 2 de abril fue el vulcanólogo Servando de La Cruz, quien las vendió a la revista National Geographic. Esa misma noche desapareció fatídicamente un vulcanólogo, no me acuerdo si de la CFE o de la UNAM, que trabajaba cerca de Francisco León.  Por otro lado, el poeta Jaime Sabines presenció en Pichucalco lo mismo que nosotros y escribió una crónica de primera calidad.

Esta historia tiene un par de moralejas:
Cuando la Naturaleza está en lo suyo, le importa un pito la humanidad.
Si vas de cacería, ve mentalmente preparado, porque te puedes convertir en la presa.

miércoles, 4 de abril de 2012

Semana Santa y la Divina Comedia con el Búfalo.

Los días de la Semana Mayor los paso encerrado. No por ayuno o retiro espiritual, válgame San Ateo El Multiverso. Simplemente no soporto las multitudes en los balnearios y de las Pasiones - dicho con todo respeto-  la única que me gusta es la carnal. Me encabrona rememorar lo que le hicieron al primer gran jipi socialista de la historia.
Un Viernes Santo visité el río Santo Domingo con el Búfalo. Eran los años de gobierno de Ruiz Ferro. Realizaba el noticiero indígena del Canal !0 y el Búfalo Conde era el traductor. Muchos de los que ahora están leyendo este desmadrito conocieron personalmente al Búfalo. Maya tzeltal, nativo de Tenejapa. Chaparrito, delgado, cara de roca precolombina. Vestía con botas vaqueras puntigudas de Aladino, chalequito de piel, peinado de colita y sombrero negro tejano al puro estilo de Javier Solís. Extrovertido, controvertido. Monedita de oro, para nada. Labioso y caravanero, Pedro, el Búfalo, Conde decía que había vivido muchos años en los Estados Unidos, que tenía una esposa gringa, de Washington  y que su nagual eran los búfalos que pastaban en aquellas praderas. Aseguraba que además del tzeltal dominaba todos los demás dialectos mayas, el zoque, el español no se diga y mascaba el inglés y creó que me dijo que hasta japonés y ruso. Tremendo Piter the Buffalo Count. Simpático la mayor parte del tiempo, cuando nada ni nadie se atravesaba en su camino. Gran Casanova, Conde Dráculotatic, estrellita marinera de la tele. Por sus colmillos cincuentones pasaron muchas caseritas, mestizas, - le conocí varias - y también alegres extranjeras deslumbradas por el chamula look de la época del Zapato power.



El Viernes Santo que les platico empezó muy temprano en el Canal 10. Después de editar el noticiero indígena, el Búfalo Conde me mostró partes de la "Película", en video VHS, que felizmente estaba realizando. Porque en aquellos tiempos zapateros no existían puertas que se le cerraran al Búfalo. Consiguió que una institución universitaria le patrocinara el proyecto audiovisual con lana en efectivo, equipo de grabación, camarógrafo y un autobús de pasajeros para personal y actores que sacó de la manga. Empezó así El Caminante, o El Andariego - más o menos se llamaba la obra -una road movie entre John Huston, Juan Orol, Clavillazo  y los Hermanos Almada, con madrazos, serenatas y delicadas escenas de amor. Desde luego, el Búfalo era el galán de la película y se daba picoretes salivones con las muchachas de la historia. O karatazos a lo bruse le, con un par de villanos, que en la vida real eran sus compadres. Fue rodada en Tzimol y en un puterito famoso que estaba a la orilla de la carretera, pasando Tapilula. Búfalo Conde dirigía, escribía el guión, actuaba, supervisaba cámaras e iba por lo chescos. Un cuate le ayudó de camarógrafo y le pagó a otro cuaís para que medio le editaran el material.
Esa mañana estaba feliz el Búfalo por haberme presumido los fragmentos de su grabación - que, desafortunadamente, nunca fue concluida- y yo lo nombré, de manera solemne,  primer cineasta de la historia de Tenejapa. Al media día terminó nuestra guardia de edición y me propuso echar la paseada en la ribera de Santo Domingo, donde conocía a una meserita que nos iba a atender con dos buenas mojarras.
Agarramos un taxi que por 100 pesos nos llevó al balneario ribereño. Hicimos escala en el minisuper para comprar dos six y una pacha de brandi Don Pedo, cacahuates y cigarros,
Camino al río salió la charla de Las Pasiones en los pueblos de Chiapas. Colorida como pocas la de San Bartolomé de los Llanos. En mi infancia presencié la del ejido Santo Domingo en Unión Juárez. Recuerdo aquella ruquita en la Pasión comiteca de Nicalococ, regañando encabronada al centurión: "pinche cascudo ya deja de jimbarle a Jesusito, pégale mejor a la carota de tu madre".
 El chofer del taxi, que resultó coleto, nos contó que en la Pasión del barrio de Mexicanos de San Cristóbal, se representaba con un actor el suicidio de Judas en la horca. Hasta que un día fallaron los arneses y por poco se ahorca el tipo, de verdad. Al principio, los espectadores del evento creían que era parte de la actuación y ya querían aplaudir por lo natural que se veía la retorcida y los gritos desesperados del Iscariote "ya estaba morado y orinado cuando lo rescataron, pero se salvó, desde entonces mejor cuelgan  un judas de trapo o cartón" aseguró el amigo taxista.
Llegamos a la ribera de Santo Domingo, que reventaba hasta la madre de paseantes. Ni sus luces de la meserita con mojarras del Búfalo. Nos metimos en una palapa cuyas mesas estaban casi sobre el agua. Pedimos una carne asada - en esos puntos vale grillo la vigilia - y el propietario nos dio chance de consumir el traguito que sobró del viaje.

 Ya medios turuletes empezamos a platicar de espantos y de infiernos triple x. Sin ninguna intención de alburear el Búfalo Conde se arrancó con los Pukujs, duendes negros como carbón que cuidan las cuevas de su pueblo; y la historia de Malanbeques y Yalembeques que dejan la carne en el suelo - bajate cuero, subite cuero, rezan - para salir volando puro hueso sobre las casas de sus enemigos. Sacó a relucir las cabezas de los brujos que ruedan por las noches haciendo daño y no faltaron  las traviesas bolas de luces llamadas Poxlones, como fuegos pirotécnicos en la Fiesta de Enero chiapapinta.
Los caxlanes tenemos nuestras cosas - le dije muy serio al bankil Búfalo, sorbiendo una tapita de tequila que salió no sé de dónde -.Tenemos un infierno bien picudo. Hace mucho tiempo un escritor sufrió un infarto cerebral, quedó en coma, fundido, ya sabes, entre la vida y la muerte y aprovechó el viaje para echar una paseadita en el averno. Todo lo que vio lo anotó en un libro. En la entrada se encontró un cuate que le sirvió de guía de turista y de guardaespaldas, pues los chamucos guardianes son muy agresivos ya que en ellos reencarnan las almas de los  perjudiciales. El infierno le pareció al amigo viajero una enorme plaza de toros, del tamaño del Chichonal, nueve círculos malditos, de más a menos, como embudo.
 Hasta abajo están los traidores, los políticos gandules y los Papas pecadores. El Cachudo Mayor los tiene desatascando las cloacas nauseabundas del averno, y, para que más les duela, chingándose por menos del salario mínimo, hasta el juicio final. Los ricardos hambreadores no se encuentran lejos, el castigo de estos apretados es subir un costal lleno de centenarios a la punta de un cerro rocoso, puntiagudo y, cuando llegan hasta arriba, el diablo les da una patada en las nachas y los manda al fondo, para que  empiecen a subir de nuevo por los siglos de los siglos.
Pero, espérate Búfalo, a los machetes picalugas - como tú y yo conocemos muchos-, el coludo los envía a una zona galáctica gigantesca. Ahí te paran frente a una fila infinita de mel muts de todos calibres con el chulem bien temperado.Tú feliz, al empiezo, dándole a una y a otra, hasta que ya no puedes. Entonces los diablitos te inyectan algo en las chorchas y te reaniman la corneta. Y a darle y darle hasta que el pollo se te cae en pedazos y sufres lo indecible por lo que gozaste en vida. Te mueres de dolor y al rato te paras como si nada a repetir la rutina. Así, por 100 mil años.Cuando le agarras simpatía al diablo, éste te regala de consolación un televisor blanco y negro, pero sólo para que veas las telenovelas, la academia y los partidos de la selección nacional, con kilométricos cortes comerciales, forever and ever, amén.
"No sea usted lom bol, mi Davi, cómo se llama ese libro, préstemelo usted". Habló el Búfalo Conde, con los ojos cerrados, no sé si porque así se imaginaba mejor mi etílico relato o porque ya estaba bien chucho, o las dos cosas. El libro se llama La Divina Comedia y lo escribió un tal Dante, un canijo que escapó del Infierno por la Fe y por una buena mochada a los celadores. Medio lo leí en la secundaria y mucho menos lo entendí, por ahí lo tengo, si lo encuentro te lo regalo. Le prometí al amigo de Tenejapa mientras se estacionaban en la mesa otro par de kawasakis y unas habas doraditas con salsita. Pero nunca cumplí mi promesa. Unas semanas después de aquella tarde, el ajualil Buffalo agarró una buena chamba de traductor en los tribunales de asuntos indígenas y como siempre me pasa con cuates y conocidos,  le perdí la pista.

Ese Viernes Santo salimos de la palapa totalmente chocos. Evitando los bultos humanos, empanizados, que se movían sobre los playones del Santo Domingo." Camine bien, mi Lic, parece usted mamalito". Mamalito, tu abuelito my Bofalou Cauntd, lo que pasa es que la arena no está pareja..
Lo último que recuerdo, antes que se me borrara el caset, es al Búfalo Conde en la orilla del Grijalva, frente a la Isla de Manaos, saludando al sol poniente con unos pases mántricos de tai chí chamulo. Yo sumergido a media corriente, con todo y ropa, sin juicio, con mis anteojos y los tenis puestos, sin vergüenza, desentonando las coplitas gitanas de Serrat, mientras intento cruzar el río Grande a nado:" Y no eres tú mi cantar, no puedo cantar ni quiero a ese que subió al madero sino al que anduvo en la Mar.."